lunes, 5 de enero de 2009

Enseñe a su hijo a ser consumista: Micrópolis

Fuente: Diseccionando a El Pais




¿Desea atrofiar para siempre la inteligencia, la curiosidad y la imaginación creativa de sus hijos? Llévelos a Micrópolix, la minimonstruisidad del consumo irreflexivo.

A los niños de 6 a 13 años que ingresen en esta aberración de 9000 m2 se les facilitarán, antes que nada, 100 “eurix”, de manera que asimilen desde el principio qué espera nuestra sociedad de ellos y cuáles son las cualidades por las que se les valorará en el futuro. Éstas se reducen, básicamente, a su capacidad para trabajar, obtener eurix y consumirlos. Se calcula que unos 350.000 niños podrán ser adoctrinados durante el 2009 en Madrid, ciudad piloto, pero se espera abrir centros similares por toda Europa.

Situada en San Sebastián de los Reyes, cuenta con Oficina de empleo, supermercado, banco, plató de TV, radio y red vial… todo en miniatura, dispuesto para que los niños jueguen a trabajar, aprendan a endeudarse, conozcan dónde deben comprar la comida prefabricada y asimilen la felicidad de la ostentación conduciendo mini choches de alta gama bien identificados por su marca.

La feliz idea se la debemos a Neinver, compañía inmobiliaria española con fuertes inversiones en Polonia, propietaria de La cadena de centros Factory, de comida rápida, o de tiendas “outlet”, que venden más ropa barata por hacerlo fuera de temporada, negocios, ambos, muy jugosos en tiempos de crisis. Pero también participan; 40 principales, Attitudes, Audi, Ben&Jerry’s , Burger King, Cadena SER, Cartoon Network, Coca Cola, Ecoembes, El Corte Inglés, El País, Frigo, Génesis, Grupo Pascual, Grupo SM, Imagenio, Seur y Telefónica; todas anunciadas en esta ciudad, dónde la publicidad también se consume mientras se juega-trabaja. Instituciones como la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, han colaborado en el desarrollo de esta fábrica de “ciudadanos ejemplares”.

El Mundo, o El Mundix, nos cuenta de ella;
“Micropolix es ese mundo al que todos habríamos querido ir a jugar cuando éramos pequeños pero que, a falta de tecnologías e inversión, teníamos que montarnos nosotros mismos (…) Cada niño pagará 20 euros por el derecho a jugar durante unas cuatro horas. Cuando entre en Micropolix recibirá 100 eurix, moneda que tendrá que administrarse durante todo el juego, aunque podrá ganar más dinero si encuentra un trabajo en la oficina de empleo. Real como la vida misma. Pero en Micropolix no sólo hay que trabajar. Los pequeños podrán también aprender a administrar sus fondos cuando vayan a la compra o alquilen coches (pequeños cars) (…). Si, después de sus cuatro horitas de juego, su pequeño Rockefeller ha hecho fortuna al frente de la tienda de alimentos o desfilando en la pasarela de moda, puede guardar su dinero en el banco de Micropolix y, la próxima vez que acuda a jugar, allí estará esperándole para que no tenga que volver a partir de cero” (…).

El País, o El Paíx, coincide en el veredicto;
“Nada más entrar, los pequeños podrán acercarse al banco para gestionar sus eurix. Después, decidirán si jugar o trabajar. Los que quieran, podrán elegir en la oficina de empleo entre decenas de profesiones: bombero, médico, cajero, periodista… Después, acudirán a sofocar un incendio con mangueras reales, o grabarán entrevistas con cámaras, o maquetarán un periódico. Los niños practicarán hasta 30 actividades diferentes (…). Hay ayuntamiento, teatro, radio, hospital, banco, autoescuela, biblioteca, cibercafé, universidad, bomberos, oficina de empleo… Lugares donde los chavales -como si fueran adultos- trabajan, disfrutan de su tiempo libre (en el cíber, en la biblioteca, en la discoteca o el teatro, previo pago del servicio) y realizan las gestiones que necesitan para ser considerados ciudadanos de pleno derecho”.
Derecho a jugar, a ganar dinero si encuentran un trabajo, a administrar sus fondos, a decidir si jugar o trabajar, o a gestionar cómo pueden llegar a ser considerados ciudadanos de pleno derecho. Estas son algunas de las cosas que, según ambos periódicos, de venta también en Micrópolix, pueden hacer los niños en una ciudad que parece concebida por los hombres grises de Michael Ende. Y luego dicen de los chinos.